LA HERMANDAD UNIVERSAL

 



Lección 14




HERMANDAD UNIVERSAL



En teosofía se nos dice que el concepto de la hermandad de todos los seres tiene su origen en aquella premisa fundamental que establece que toda manifestación de vida tiene un origen común: la Fuente Suprema, sin importar cuán variada y diversificada esta sea.

Gradualmente la humanidad va empezando a comprender y a acercarse a la idea de la unidad de toda vida, aceptándola al comienzo tal vez sólo como una premisa intelectual, pero que poco a poco se irá haciendo parte de nuestra consciencia interna y externa en respuesta a la realidad que encierra.

Demás está decir que tal realización deberá traer consigo una completa reorientación de nuestras actitudes no sólo con respecto a otros seres humanos, sino también para con los otros reinos de la Naturaleza y sus criaturas, afirmando con ello el reconocimiento de que toda vida es Divina y que la aparente separación de seres y objetos es simplemente la especialización de focos de consciencia, de una consciencia que es Una y universal.

Se nos dice que no nos sería posible compartir nada, que ni siquiera podríamos reconocernos o comunicarnos mutuamente si no fuera por nuestra participación en esta unidad que caracteriza la existencia consciente. Cuando nos damos cuenta de esta profunda verdad, es imposible dejar de ver que la hermandad es algo tan básico, tan natural como el brillo del sol o el alimento que nos procura La Tierra. Todos los grados de consciencia y de inteligencia son en realidad expresiones de la Vida Una. Del microbio al hombre, del átomo al ángel, el universo es la expresión de la Deidad, al margen del nombre con que la identifiquemos. Elevados o bajos, grandes o pequeños, verdaderamente “en Él vivimos, nos movemos y tenemos nuestra existencia”.

Este concepto de la hermandad postulado por la teosofía viene a ser entonces algo más que un simple ideal humanístico de bondad y consideración por los demás, cosa por cierto esencial si el hombre desea vivir en paz y armonía manifestando amor y compasión por toda criatura viviente. Decimos que es algo más que un noble ideal porque al postular la idea de la Vida Una como la raíz de todas las cosas y de todas las criaturas la Teosofía pone claro énfasis en el hecho de que la Ley de la Hermandad es tan inexorable como la ley de gravedad o cualquiera otra de las leyes que rigen el universo. Los efectos de la violación del esta ley en lo que respecta a actitudes individuales pueden no ser evidentes de inmediato, pero tarde o temprano tendrán lugar. El terrible caos que observamos sobre la faz de La Tierra en estos días es resultado directo de siglos de continua violación de la Ley de la Hermandad.

La naciente capacidad del hombre actual para comprender la trascendental verdad de “la identidad fundamental de cada alma con el Alma Universal” la unidad de la familia de la humanidad, es algo que no ha ido paralelo con su capacidad para inventar métodos de destrucción mutua. Por ello, continúa persiguiendo lo que considera su propio interés por medio de la violencia e ignorando el bienestar de su prójimo. Porque olvida que aunque cada uno de nosotros tiene una función específica que llevar a cabo en el esquema general del universo, somos también parte de un solo Cuerpo, y el daño infligido a uno, es daño infligido a todos. No podemos considerar nuestra unidad como una simple metáfora, ni siquiera desde el punto de vista físico. Detengámonos por un momento para reflexionar acerca de lo obvio que resulta el hecho de que el aire que respiramos es el mismo, y que resulta muy difícil determinar en qué momento el aire que fue nuestro un momento antes se encuentra ahora en el cuerpo de otro ser humano y es parte de él; el oxígeno que respiramos es acarreado por los glóbulos rojos para mantener nuestra vitalidad, y al mismo tiempo exhalamos dióxido de carbono a la atmósfera que así mantiene su constitución apropiada en beneficio del reino vegetal. De hecho estamos continuamente recibiendo y contribuyendo a la misma atmósfera, y resulta difícil determinar en qué momento una cosa se torna en la otra. Y de acuerdo con esta reflexión, incluso los átomos de carbono, que son parte integral de nuestros cuerpos, pueden transformarse en parte de otra persona en cualquier momento dado.

Los arrabales pobres de una ciudad son generalmente sucios e insalubres, transformándose con ello en focos de enfermedades y epidemias. Ciertamente tal situación constituye una amenaza para la ciudad entera, al margen de cuán a salvo se consideren los ciudadanos que viven en barrios lujosos. También nos estamos empezando a dar cuenta de que la injusticia y el prejuicio pueden crear serios problemas morales y sociales para la ciudad, porque la Ley de la Hermandad opera tanto en lo moral como en lo físico.

Todos los hombres son iguales en cuanto a su origen e identidad divinos aunque existan vastas desigualdades de circunstancias y de desarrollo evolutivo entre unos y otros. Las lecciones anteriores sobre Reencarnación y Karma trataron acerca de estas diferencias. En otras lecciones hemos tratado sobre el desarrollo del Ego. Algunos Egos lograron individualización antes que otros, y los hay quienes aprendieron sus lecciones con mayor rapidez, superando así a sus propios contemporáneos. Algunos han escogido escalar la montaña en línea recta con todas las dificultades que ello representa; otros han preferido la ruta más prolongada que remonta la ladera lentamente en un camino lleno de curvas. Conviene sin embargo recordar las palabras del divino Sri Krishna en el Bhagavad Gita: “Sea cual fuere la forma como los hombres se acerquen a Mí, serán bienvenidos, ya que todos los senderos que escojan son Mi sendero”.

La mejor ilustración del concepto de la hermandad es aquella establecida por la familia, en la cual los miembros de más edad guían y ayudan a los más jóvenes sin alardes de superioridad o arrogancia. Los problemas y aflicciones de cada miembro, así como sus triunfos y alegrías, invariablemente afectan a todo el grupo familiar, ya que todos los que le componen están unidos por un sentimiento común de lazos afectivos e intereses comunes. La familia del Hombre, es decir, la humanidad, está destinada a manifestar el mismo sentimiento de unidad y consideración mutua.

Queda por cierto claramente establecido que la evolución humana aún tiene camino por recorrer, y que a través de su historia las manifestaciones de hermandad han sido breves y fragmentadas. Cuando el hombre hizo su aparición por vez primera en la escena cósmica, su única preocupación fue la propia supervivencia. No podemos decir que en nuestra época presente hemos logrado la emancipación total de semejante actitud, pero aún en aquel hombre primitivo un cambio gradual empezó a efectuarse cuando empezó a evidenciar un deseo de cuidar a los niños del grupo familiar, asegurando así la continuación de la especie. Posteriormente, los lazos de lealtad se extendieron para incluir a otros miembros del clan o tribu o religión a los cuales perteneciera el individuo.

Los Grandes Instructores de la humanidad siempre procuraron despertar en él el sentido unificador de la vida en común, pero sus seguidores interpretaron tal cosa como aplicable sólo a aquellos que también estaban dispuestos a seguir aquella determinada religión, excluyendo al resto. Este sentido limitado de la hermandad basado en una determinada fe fue llevado a cabo a expensas del concepto de la hermandad universal. El exclusivismo de la anterior proscribió el inclusivismo de esta última, pero en la historia del buen samaritano encontramos un claro ejemplo de hermandad en el individuo que no titubeó en sacrificarse personalmente para ayudar a alguien que no era de su propia gente, y Jesús utilizó esta parábola para ilustrar dramáticamente el verdadero sentido de la hermandad universal.

A medida que las diferentes épocas han ido transcurriendo con millones de seres transitando el sendero de la evolución, el concepto de la hermandad ha ido gradualmente cobrando importancia. Hubo una época, por ejemplo, en que se consideraba normal comprar y vender esclavos y tratarles con crueldad. Al cabo de un tiempo empezó a considerarse inaceptable tratarles mal, pero ello no implicaba prohibición de tenerlos. Tiempo después la idea del derecho moral de un ser humano de transformarse en dueño de otro empezó a ser vista como algo inapropiado. Hoy en día, la esclavitud es vista como un horror de tiempos pasados, y es completamente ilegal en todo país civilizado. Aquellos que en encarnaciones anteriores la practicaron sin mayores consideraciones, han avanzado en el sendero, y ahora la ven como algo totalmente inaceptable. Incluso – y aunque parezca paradojal – la erupción de hostilidades raciales es considerada por algunos como preludio a un reconocimiento más universal de la unidad esencial del hombre; la violencia en la cual encuentra expresión por el momento es el extremo sombrío del espectro de las relaciones humanas, pero al otro extremo vamos encontrando cada vez en mayor cantidad a aquellos que empiezan a vislumbrar la luz de la hermandad y la buena voluntad. La inhumanidad del ser humano para con sus congéneres está aún lejos de ser erradicada en este planeta, pero cuando observamos atentamente el plan evolutivo y nos damos cuenta de que cada cual cosecha lo que siembra y que tal es el sistema que nos enseña el recto proceder, resulta posible vislumbrar un futuro en el cual el reconocimiento de la interdependencia de los seres humanos y su mutua responsabilidad por el bienestar de la humanidad serán los principios fundamentales que gobiernen el nuevo orden social internacional que ha de eliminar las ciegas hostilidades y brutalidades aún existentes.

La certeza de que esto constituirá tarde o temprano una realidad inevitable no significa en modo alguno que podemos darnos el lujo de abandonar nuestros esfuerzos para que este cambio ocurra lo antes posible. Porque es necesario comprender que el que tiene que llevarlo a cabo es el propio ser humano, porque se trata de un proceso que no puede ser impuesto desde fuera por una deidad imaginaria.

En aquel notable libro “La Voz del Silencio”, en el capítulo titulado Los Siete Portales, al peregrino se le dice que deberá prepararse para responder a ciertas preguntas. Una de ellas es: ¿Has entonado tu corazón y tu mente con la mente y el corazón de toda la humanidad?”. La virtud de la compasión predicada con igual énfasis tanto por el Buda como por el Cristo, es la principal virtud a ser desarrollada íntegramente por todo aspirante al Sendero. El estar “en armonía total con todo aquello que vive; el amar al prójimo como a sí mismo, como hermano y discípulo de un solo Maestro e hijo de la misma madre” es la exigencia que se hace al peregrino que desea recorrer el Sendero espiritual.

Ninguno de nosotros sabe en qué estado de desarrollo se encuentra en comparación con quienes le rodean. Es lógico suponer que en cierto momento estuvimos en la misma situación en que ahora se encuentra nuestro hermano menos desarrollado y que, de igual manera, algún día nos encontraremos donde el actual gigante espiritual, nuestro hermano mayor, se encuentra ahora, porque entre todos nosotros existen diferentes grados de avance que son como escalones en la escala del progreso espiritual. De ahí lo inapropiado de juzgar a nuestro prójimo.

Tenemos no sólo un origen común, sino también una lucha y un destino comunes, y esta es la clara realidad que la humanidad aún no comprende, y sin la cual no nos será posible traer la ansiada paz que el mundo tanto necesita.

Si la prueba de la hermandad humana es difícil, el ser humano tiene aún otra similar que enfrentar y conquistar: la vida, cualquiera sea la forma en que ésta se manifieste. Él es el hermano mayor de los seres de otros reinos de la Naturaleza y es, en consecuencia, kármicamente responsable por la explotación de recursos naturales y por sus relaciones con el reino animal en particular. Porque es necesario comprender que aquel que acepta la validez del concepto de la Vida Una, jamás podrá excusarse de la crueldad de infligir deliberado sufrimiento a los animales. La reverencia por toda vida debe ser la base de la ética de quienes deseen vivir sus vidas en consonancia con verdaderos principios ocultos.

Citamos nuevamente la Voz del Silencio: “Habla la Compasión y nos dice, “¿Puede acaso haber felicidad cuando todo aquello que vive está sufriendo? ¿Tenemos derecho a salvarnos mientras escuchamos el grito angustiado del mundo entero?”. Estas palabras son dichas a aquellos que habiendo llegado al fin de la jornada humana se aprestan a ser liberados de la necesidad de volver a renacer en este mundo. La voz les pregunta si se sienten contentos al dejar a sus hermanos menores en el sufrimiento. Tendrán entonces que elegir entre cruzar el Portal hacia la liberación total o escuchar la voz angustiada de la humanidad y retornar, manteniéndose altruistas hasta el fin.

La Compasión es la principal virtud que el Iniciado debe manifestar antes de obtener la liberación. El conocimiento puede ser utilizado para bien o para mal, pero la compasión no tiene alternativa: escucha el grito angustiado y corre a prestar ayuda. Cada paso dado en nombre de la compasión es pues un paso apropiado. La práctica de la hermandad es la verdadera expresión de nuestra consciencia de la unidad de toda vida y de nuestro origen común en la Fuente Suprema.

El Maestro K.H. escribió en una de sus cartas a A.P. Sinnet lo siguiente: “El término Hermandad Universal no es algo venal. La humanidad entera tiene derecho a esperar ciertas cosas de nosotros… y esta es la única base segura para lograr una moral universal verdadera. Y si esto fuere solo un sueño, es sin duda un noble sueño para el género humano; y es también la aspiración más elevada del verdadero adepto.





RENARD, Enrique


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