LOS SÍMBOLOS por Alexiis









El símbolo es aquello que da que pensar. Habla en el lenguaje de los sueños, de la intuición y del misterio. No se opone al pensamiento lógico, está en otro nivel, eso es todo.

Las imágenes y los símbolos dicen más que las palabras. El símbolo pertenece al arte del silencio… anterior al verbo y según las tradiciones, hubo un silencio profundo antes de la creación. Tanto el lenguaje de los símbolos como el de la oración son sagrados.

Para aclarar un poco lo que antecede tomemos por ejemplo el diluvio, las escenas del diluvio con las aguas cubriendo la tierra….

El diluvio purifica y regenera…. Reabsorbe a la humanidad en las aguas de un nuevo nacimiento. Es lo que para los cristianos significa el bautismo. El diluvio, que fue un inmenso bautismo colectivo, señala el límite entre la prehistoria y la historia de la humanidad. Indica el punto exacto donde comienza a operar la alquimia como ciencia sagrada. Es un símbolo.

En las aguas del diluvio desaparece en forma psíquica, un nivel de conciencia confundido y perdido en el mundo exterior. En el diluvio está simbolizada la reabsorción instantánea de una forma de vida vieja, sin energía, contaminada de frustraciones.

El diluvio produce un efecto energético. El aspirante entra al arca.. o sea a la caverna alquímica y las aguas del olvido cubren su anterior existencia.

¿Cuál es ese estado anterior? Es ese lamentable estado en el que la mayoría de nosotros acepta vivir sin rebelarse, es como un estado desvitalizado, marchito, sin energía.

También al hacer una novena, ni bien se empiece, se estará navegando como Noé en un estado superior de conciencia. Se iniciará de inmediato una travesía fantástica sobre las aguas que cubren la vida anterior.

Noé estaba acompañado de palomas a las que envió como emisoras para informar sobre el proceso que estaba aconteciendo dentro del arca. Era para señalar los cambios que se operaban dentro del arca; ésta era un Atanor y como tal debía permanecer cerrada, aún para el mismo Creador. Esto significa que tenemos libre albedrío, Noé tuvo un mandato, pero siempre estaba la posibilidad de desobedecerlo. En total soledad, ayudado sólo por las oraciones, él iba llevando adelante, día por día, la espectacular obra alquímica de la que sólo el mar fue testigo.

Noé debía mandar a los pájaros para ir avisando a Dios que las etapas se iban cumpliendo según lo previsto y además para recibir la respuesta del mundo exterior. Cuando la paloma regresara, la tierra prometida estaría cerca.

Noah o Noé sería el germen de la nueva humanidad. En el Arca se llevaría a cabo la reconquista de la verdadera naturaleza humana. Noé se descontaminaría del miedo, se le recordaría su esplendor e integraría sus energías de una manera nueva.

Era el número diez en el linaje de descendencia de Adán, en la rama de Shet, con él se iniciaba un nuevo ciclo evolutivo. También se retornaría a las normas primeras, a la verdad, a la pureza y… ¡La obra tuvo éxito!

Ya su padre Lemekh es avisado sobre la misión que llevará adelante Noé, podríamos decir que le informan que su hijo es invitado a realizar una obra de transmutación que tendrá enormes consecuencias en la especie humana. Noé es la primicia, la avanzada. Luego de ser él mismo transmutado adentro del arca, repoblará la tierra con un germen nuevo. Este germen está grabado en nuestro código genético y se activa con las oraciones. Lo llevamos inscripto en nuestra memoria, sabiendo que Noah pudo hacerlo y tenemos las claves de esa primera obra alquímica. ¿Porqué no intentarlo?

La escena del diluvio simboliza el caos que necesariamente precede a toda creación. Caos no visto como desorden, sino como transición. Noé entrando al arca es la imagen exacta del alquimista entrando a su propia arca, a su espacio sagrado, a su laboratorio. Noé flotando sobre las aguas, en total soledad con respecto al mundo, sin referencias a lo habitual, representa al alquimista separándose de la vida profana.

Elohim ordenó construir a Noé un arca de madera resinosa, se supone que de acacia. La acacia simboliza a las ciencias sagradas porque es madera que es incorruptible y resistente, o sea, es un material apto; es capaz de ser atanor.

El camino de la evolución se construye con un material probado, confiable; o sea las ciencias sagradas de la tradición. Este conocimiento es sólido, porque es una fuerte base de apoyo, un buen fundamento.

Las ciencias sagradas son en primer lugar la alquimia, junto con ella la angelología o conocimiento de la cooperación con los Ángeles. A la teología o la historia del diálogo del humano con Dios y a la elfología o el misterio de los reinos elementales.


¿Qué conservaba el arca? El conocimiento sagrado e iniciático de todas las civilizaciones anteriores al diluvio. O sea, el arca conservó la verdadera historia de la humanidad, las claves que luego tomaron las tradiciones.

Tanto el arca de Noé como el arca de la Alianza del pueblo hebreo, son depósitos del conocimiento único. Hay una sola verdad, un solo conocimiento inmutable que va siendo resguardado a través de los tiempos. En nuestra tradición está custodiado por las ciencias sagradas. En otras culturas esta misma verdad, está protegida por los saberes antiguos. El diluvio es universal, los indígenas americanos lo describen también, los relatos babilonios hablan de lo mismo.

Explicando a Noé, que se dejara conducir hacia un nuevo nivel de conciencia, Elohim entonces le pidió que construyera su arca y que allí dentro hiciera entrar a todas sus energías no desarrolladas. Dándole al mismo tiempo las claves que debían ser transmitidas a la nueva humanidad de la cual Noé sería el primer exponente.

Elohim invitó a Noé a que tome conciencia de todas sus partes fragmentadas, de sus partes felices, de sus partes heredadas, de su parte ancestral. Esto es lo que simbolizan los “animales” que hace entrar al Arca con él, para hacer la travesía a un nuevo nivel de conciencia.

Con “ellos”, con los animales, con lo que es Noé a nivel denso, se hace la alquimia del renacimiento… ellos son su campo de energía no transmutado, ellos simbolizan sus instintos latentes. Todos estamos acompañados sin saberlo por nuestros propios “animales”. Nuestro cerebro tiene tres niveles superpuestos, el nivel reptil, el mamífero y finalmente el humano, en vías de desarrollo.

Funcionamos a nivel reptil, cuando defendemos nuestros territorios, nuestras posesiones, nuestros viejos pensamientos. Cuando somos capaces de “matar” a quien amenaza nuestra seguridad. El nivel reptil, funciona en base a la agresión y al miedo.

Luego, un poco más evolucionados, actuamos como mamíferos, creamos territorios y en ellos encerramos y poseemos a nuestros afectos, a nuestros logros, nuestros éxitos. Nos entendemos bien con los de “nuestra manada” y excluimos a todos los demás. Nos preocupamos por el bienestar de nuestro círculo y participamos de las luchas de poder y predominio dentro de Él. ¿Es éste un comportamiento humano? Todavía no. Estamos llenos de prejuicios y de cobardía, nos preocupa básicamente nuestra seguridad, todavía estamos contaminados de miedo, en el nivel mamífero somos bastante mezquinos…l

El tema es poder llegar a ser humanos. Se trata del amor, de la apertura, de la libertad, de la generosidad.

Sigamos con nuestro relato, después de 40 días, lapso de transmutación absoluta e irreversible, cesa la lluvia y bajan las aguas. Noé entonces sale del arca, según los relatos bíblico, esto acontece a la edad de 600 años. El seis es un número clave.

El seis indica el último paso de la transmutación, el ser humano estuvo completo, en el sexto día de la creación. En el día séptimo Dios “descansó”, esto significa que dejó en libertad a la criatura para que eligiera su camino.

¿Qué ocurrió en el Arca durante los 40 días y 40 noches? Las tradiciones nada nos dicen al respecto. Sin embargo se comprende que hubo tres etapas, la negra, la blanca y la roja.

Cuando la primera etapa estuvo terminada, Noé envió entonces un cuerpo para explorar el nivel de las aguas y también para dar la señal a los cielos. La señal avisando que el primer paso se debía cumplido dentro del arca.

Luego sobrevino la obra en blanco. Noé mandó entonces una paloma para dar aviso del acontecimiento. Finalmente llegó para él la obra en rojo, y llegó el momento del desembarco. Esta vez, la paloma regresó, Noé supo entonces que la nueva tierra, la nueva realidad estaba emergiendo de las aguas del diluvio.

Mientas tanto, en el exterior, bajo el sol de esos tiempos bíblicos, todo se secaba poco a poco y emergía la primera tierra; según las tradiciones es la misma que estás pisando ahora.

Ahora bien, pasaron todavía 150 días, hasta que por fin Noé recibió la señal que estaba esperando, las palomas que venía enviando ya no regresaban. De pronto apareció una de ellas con un ramo de olivo en el pico.

Obviamente las palomas no habían regresado porque habían llegado ya a destino, a la nueva tierra. O sea el resultado de la obra estaba a la vida. La que entregó a Noé la rama de olivo trajo la señal “es posible el desembarco, la transmutación se ha completado”. La transmutación de la que te hablo sucedió en el interior del arca o sea dentro de Noé mismo, también como consecuencia aconteció el cambio en el mundo exterior. Todos los acontecimientos están relacionados. Y sucedió alo más… un deseo se había cumplido.

El deseo de Noé de llega a una nueva tierra y empezar una nueva vida. Él estaba cumpliendo un mandato pero participaba en el suceso con plena conciencia, había pedido el cielo que se cumpliera su sueño.

El olivo es símbolo de paz, purificación, victoria y… recompensa. Es símbolo del oro y del amor, además de serlo de la paz. Noé iba a tener todos los recursos para dar comienzo a una nueva civilización. Nosotros heredamos estos tesoros, Noé somos nosotros mismos, Él solo nos indica el camino. La paloma simboliza la forma. En la tradición cristiana, el espíritu santo es el que liga al cielo y la tierra. Cuando hablamos de forma estamos hablando de concreción, realidad, esto no es una fantasía. La transmutación es un hecho concreto.


EL ÁNGEL DE LA MUERTE Y EL RENACIMIENTO

La fuerza de este Ángel es una extensión y una ampliación del flujo del poder causal de la Renunciación y la Regeneración mencionado por separado. Ese poder, como el Ángel de la Renunciación y la Regeneración, cede el turno de impartir la clase siguiente al Ángel de la Muerte y el Renacimiento para que complete la lección que enseña a reemplazar lo inferior por lo superior.

Este Ángel representa la fuerza de la metamorfosis, y su función es la de ayudarnos a disolver los patrones erróneos y las falsas creencias del ego y auxiliarnos en la tarea de preparar nuestra conciencia para la infusión final de la energía del Dios-Yo. Es "ese irresistible impulso de la Naturaleza que es la causa de que todos los seres sean finalmente absorbidos por la condición divina en la cual ya existían antes de que el Universo ilusorio se hubiera manifestado".

Si esta energía se encuentra bloqueada por el temor a la "muerte" que experimenta el ego y por la disminución de la personalidad, o a través de la identificación del Yo con el cuerpo físico, nos convertiremos en personas que se resistirán a cualquier cambio y que bloquearán la divina espontaneidad de la vida. Las proyecciones negativas del ego pueden acarrear también el resultado de llevarnos a estar constantemente vigilando el estado del cuerpo físico para ver si hay algo que anda mal, lo que conduce a producir un desorden en todo el sistema.

Pese a que no podemos pensar en nuestro ego como una hidra de nueve cabezas que vive en una "ciénaga encharcada y pestilente", la naturaleza de este animal representa la acumulación de todos los defectos de nuestra personalidad que permanecen sin ser corregidos a través de todas nuestras muchas encarnaciones en diversas formas físicas. Si atacamos al ego con emociones combativas, sólo magnificaremos su naturaleza malévola y, luchando en su territorio - en las tinieblas de la conciencia inferior - perderemos todo nuestro poder para lograr la victoria. Al tratar con esta parte inferior y sin redimir de nuestra naturaleza, debemos recordar que "nos levantamos si nos arrodillamos", lo cual significa que la humildad es la clave, y que el orgullo y la ira deben ser reemplazados por la paciencia y el perdón.

Así, deponemos todos nuestros sentimientos de hostilidad y elevamos esta forma de pensamiento creada por el yo hacia la luz purificadora del Espíritu, donde pierde todo su poder y logramos alcanzar la victoria. Vencemos por medio de la entrega y ganamos la perfección al renunciar a nuestros defectos. El Ángel de la Muerte y el Renacimiento es el Poder Causal que nos ayuda a cumplir con esta heroica tarea.

En primer lugar, deseo ser bien clara al tema de la muerte, palabra que a la mayoría de las personas les produce una sensación de temor y estremecimiento. En verdad, lo que llamamos muerte no es sino una entrada a una vida más gloriosa, de alegría, plenitud, paz y libertad, ya se trate de una experiencia física o mística. En ambos casos es un flujo incesante de vida sensible, pero con una diferencia. Excepto por la inmediata elevación de la conciencia que se deriva de la experiencia de quedar liberado de la forma corporal, la muerte física no es nada más que un cambio de la forma. Conservamos la conciencia, la comprensión y el conocimiento conquistados durante nuestra visita en la tierra, y cuando nos movemos de un plano hacia otro, llevamos con nosotros nuestras tendencias y nuestros intereses.

Ya en el plano no-físico, continuamos nuestra evolución a medida que progresamos gradualmente a través de un proceso de expansión de la conciencia que nos conduce hacia nuestro objetivo final, el de recordar y despertar a nuestra Realidad Esencial, la identidad divina.

La verdad principal de los antiguos colegios de Misterios era ayuda a que el iniciado "muriera" en su personalidad para despertar a la Realidad, divina que albergaba en su interior. El punto central de esta enseñanza estaba constituido por la idea de que la única muerte verdadera es el nacimiento físico, y que el único nacimiento verdadero es la comprensión y la liberación del Yo Espiritual.

También se enseñaba que cualquier persona que abandonara la vida espiritual y eligiera vivir una vida puramente material, plena de falsas ambiciones, era, desde ese momento, una persona muerta, cuyo renacimiento sólo era posible a través del acto de morir (desapegarse, desprenderse) del mundo de los sentidos.

Debemos tener en cuenta que en esos antiguos tiempos de la humanidad, los iniciados no trataban de convertirse en "santos" para pasar el resto de sus vidas ataviados con una túnica monacal y caminando en círculos mientras musitaban algún canto místico. Por el contrario estaban buscando liberarse de las ataduras del mundo físico para poder permanecer en este mundo y participar en su transformación. Su objetivo era despertar a la masa de la humanidad, pero también sabían que la posibilidad de salir de ese estado de sueño debe comenzar en la conciencia de cada individuo, de modo que comenzaban por ellos mismos, tal como hoy debemos hacerlo tu y yo.

La idea de muerte y renacimiento aparece claramente ejemplificada por Jesús en la Iniciación de la Crucifixión y la Resurrección. Él nos enseñó que debemos morir para la naturaleza inferior para poder vivir como el Yo Superior que en Verdad somos. La naturaleza inferior debe morir para que la naturaleza superior puede manifestarse plenamente. Esa muerte consiste "en la renuncia a la personalidad, en el reemplazo de la conciencia humana por la conciencia divina. En atravesar tanto el plano objetivo como el plano subjetivo de la conciencia".

En este punto de nuestra evolución pasamos por una experiencia portentosa. A partir de nuestra renunciación, hemos estado esperando en una vibración superior, en una percepción superior del Sagrado YO que llevamos en nuestro interior. Pero en el momento de la crucifixión esta comprensión comienza a desvanecerse como una conciencia personal para llegar a asumir la identidad de su fuente. Se produce un progresivo desvanecimiento de la conciencia personal y una progresiva aparición de la otra, y, durante un breve intervalo, la sensación de la Presencia nos abandona por completo y podríamos ponernos a gritar "'Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?". Pero, entonces, cuando llegamos a comprender plenamente nuestra Divinidad, la frase "Yo y mi Padre somos una sola persona" se convierte en una realidad. Se ha producido la muerte de nuestro viejo yo y ahora podemos renacer e ingresar a la Experiencia de la Resurrección.

Acerquémonos de manera más práctica a esta idea de la muerte y el renacimiento. Cuando dejamos de identificarnos a nosotros mismos como parte del mundo físico de las formas, rompemos las ataduras emocionales que nos ligan a los efectos externos y disipamos la ilusión mental de estar viendo "en el afuera" algo que realmente no existe, estamos removiendo las diferentes capas de los patrones de nuestra personalidad que han estado rodeando nuestro aprisionado esplendor.

Cuando nuestra naturaleza divina, nuestro Auténtico Ser aparece en la superficie, nuestras vidas cambian tan asombrosamente que la tierra parece ser el cielo. Los problemas, desafíos, pruebas y tribulaciones que estábamos experimentando en nuestra naturaleza inferior se han desvanecido por completo, pues no pueden seguir existiendo fuera de esa naturaleza inferior. Todos los deseos, anhelos y necesidades han sido asumidos por el Yo Espiritual, y se han convertido en manifestaciones acordes con la visión superior, la cual siempre significa mucho más que aquello que concebimos en nuestra limitada conciencia. Así "morimos" para la carencia, las limitaciones, la insatisfacción, la futilidad, los conflictos, la desesperación, el miedo y la culpa, y renacemos a la vida resucitada del dominio y la supremacía espiritual.

¿Cómo hacer para provocar esta muerte y este renacimiento místico? La forma más simple de responder a esta pregunta es decir que si nosotros cumplimos con nuestra parte, el Espíritu se encargará del resto; y nuestra parte, básicamente, puede ser resumida en estos cuatro pasos:

1) Depositar nuestra fe en el invisible mundo espiritual en lugar de hacerlo en el visible mundo material, lo cual significa que debemos dejar de conferir poder al plano material de los efectos y reclamar esa autoridad que nos pertenece por derecho divino.

2) Romper con las atracciones emocionales que están limitando nuestras vidas. Debemos abandonarlo todo al Espíritu de Dios que mora en nuestro interior; debemos, incluso, entregarle esos deseos que nos están tirando hacia abajo, pues, en verdad, sólo cuando abandonamos nuestro deseo en las manos del poder superior adquirimos el derecho a ver satisfecho ese deseo.

3) Llenos de humildad, dejamos todas las energías del ego en manos del Sagrado Yo que mora en nosotros y, simbólicamente, hacemos que nuestra naturaleza inferior ascienda hacia la Luz del Espíritu.

4) Por medio de la meditación, desarrollamos el poder de nuestra intuición para que llegue a ser mayor que las percepciones erróneas que veíamos a través de los falsos ojos de la personalidad

Si somos completamente sinceros y tenemos la voluntad de entregar todo lo inferior para cambiarlo por lo superior, el Sagrado Yo se ocupará de borrar suavemente la vieja personalidad y de reemplazarla por su propia Presencia, todas las energías inferiores. No quiero dar la impresión de que este es un proceso que puede cumplirse de la noche a la mañana, pues, por el contrario, se requiere mucha preparación para que esta fusión pueda producirse.

No sólo debemos derramar todo el vino viejo - y todo lo que ese vino representa - sino que debemos tener listo un odre completamente nuevo para recibir el nuevo contenido. Pablo dijo "Cada día estoy a la muerte" (Primera Epístola a los Corintios, 15:31) - y eso es lo que debemos hacer para asegurarnos la victoria final.

Al "estar a la muerte" cada día - y momento a momento, si fuera necesario -, rompemos las ataduras del ego y comenzamos la ascensión hacia la superconciencia. Cada vez que nos movemos hacia el lugar más secreto de la conciencia y sentimos y experimentamos la Presencia de Dios ante la que estamos, morimos un poco para todo aquello con que nos atrae nuestra naturaleza inferior. A cada momento en que nos conectamos con el Yo Superior y vemos la Luz interior, sentimos el Amor y sabemos que estamos percibiendo la Realidad, disminuimos todo aquello que nos mantiene asidos a nuestra naturaleza inferior. Cada vez que damos la espalda a las apariencias y nos negamos a prestar atención a los desafíos de la salud, de nuestra forma de abastecernos, de nuestras profesiones o de nuestras relaciones, avanzamos un poco en el proceso de nuestro renacimiento.

Cuando estás pasando por la transmutación y reorientación de tus energías humanas, llama a este Ángel para que te ayude y te facilite el proceso. Para las personas comunes, el Ángel de la Muerte es el más temible, pero para los aspirantes, discípulos e iniciados, es "aquel que es tan bienvenido como una sonrisa". Ahora ponte en contacto con el Ángel y pregúntale cómo puede ayudarte en la preparación del paso final de liberación y aceptación. Pídele que te revele si existen reservorios de características de tu personalidad que aún no han sido sometidas y de ataduras del ego que aún no han sido cortadas, y disponte a colocarlas bajo control.

Afirmándote en la energía y el poder de este Ángel, retrocede y revisa los cuatro pasos que he mencionado anteriormente, y mantente firme en tu compromiso de arrojar al ego de tu vida actual para tener una experiencia mayor de la Verdad Viviente.

Debes cambiar tu idea de lo que significa vivir en este mundo. Vivir en alegría, paz y libertad no significa desprenderse de las cosas de este mundo, sino dejar de confiar y de depender de esas cosas y volver tu atención hacia el YO SOY que llevas dentro de ti y que es la única Causa y el Único Poder, y dejar que las cosas del mundo aparezcan naturalmente.

Aquellas cosas que no estén de acuerdo con el orden superior deben morir y ser reemplazadas por otras que sí lo estén, pero sin ninguna clase de sacrificio o de sufrimiento de tu parte. Considera también que el ego no participa de la Energía del Amor y ten en cuenta, sin embargo, que el Reino sólo puede expresarse a través de esa energía. ¿Acaso no vale la pena eliminar todos los obstáculos que impiden que el cielo se manifieste en la tierra? Recuerda que la muerte no existe, que sólo hay un cambio de energía.

Finalidad: Llamado también energía de la metamorfosis, este Ángel nos ayuda a atravesar las áreas dominadas por el ego y a realizar nuestra identidad como seres espirituales.

Rasgos negativos que pueden presentarse a partir de las proyecciones del ego: exagerada preocupación por el cuerpo físico; el individuo se convierte en un fanático de la salud que está constantemente observando sus sistemas físicos para ver si hay algo que anda mal.

Su energía resulta bloqueada debido a: el temor a la muerte del ego; la creencia de que la metamorfosis de la personalidad a la individualidad eliminará la forma física; la identificación con el cuerpo como si fuera el verdadero Yo.

FÁBULA SOBRE LOS ÁNGELES

Cada vez que muere un niño bueno, desciende a la tierra un Ángel del Señor, toma en sus brazo al niño muerto, abre sus grandes alas blancas y vuela por todos los lugares que el niño ha amado; luego recoge un manojo de flores, que le lleva a Dios, para que ellas florezcan aún más bellas que en la tierra. El buen Dios pone todas las flores en su corazón, pero a la predilecta le da un beso y ella recibe la voz y puede cantar en el coro de los beatos.

Todo esto lo contaba un Ángel del Señor mientras llevaba un niño muerto al cielo, y el niño lo escuchaba como en un sueño; y volaban por la casa, en los lugares donde el niño había jugado, y luego por los deliciosos jardines llenos de flores bellísimas.

"¿Cuál debemos tomar para plantar en el cielo?", preguntó el Ángel.

En el jardín había un rosal alto, pero un hombre malo le había quebrado el tronco y todas las ramas llenas de grandes brotes que recién aparecían, se habían doblado y se marchitaban.

"Pobre planta", dijo el niño, "toma esa, así podrá florecer junto a Dios".

El Ángel recogió la planta y le dio un beso al niño, que abrió un poco los ojitos. Tomaron esas magníficas flores, pero también llevaron la despreciada caléndula y el pensamiento del campo.

"Ahora tenemos flores", dijo el niño, y el Ángel asintió pero todavía no volaron hacia Dios. Era de noche y había silencio; permanecieron en la gran ciudad y volaron por una de las callejuelas más estrechas, donde había un montón de paja, cenizas y basura: habían hecho una mudanza, y por todas partes quedaron pedazos de platos, fragmentos de yeso, trapos y cosas viejas. El Ángel señaló, en toda esa confusión, algunos restos de una maceta; cerca había un poco de tierra que se había salido de la maceta, pero que seguía unida por las raíces de una gran flor silvestre ya marchita, que no valía nada y que por eso habían tirado.

"¡Llevémosla con nosotros", dijo el Ángel, "luego, mientras volemos, te diré por que!"

Y entonces volaron y el Ángel dijo:

"Allí, en esa calle estrecha, en un sótano, vivía un pobre muchacho enfermo; desde niño había estado siempre en la cama; cuando se sentía bien podía caminar por al habitación con las muletas, pero nada más. En algunos días de verano los rayos de sol entraban por unos minutos en la pequeña habitación del sótano, entonces el muchachito se sentaba al calor del sol y miraba la sangre roja que corría por los delgados dedos que sostenía delante de su rostro. En esos días se podía decir: "¡Hoy el pequeño ha salido!"

El muchacho conocía el verde primaveral del bosque sólo porque el hijo del vecino le traía el primer ramo de baya con hojas, y él lo ponía encima de su cabeza y soñaba que estaba bajo los rayos del sol resplandeciente y de los pájaros que cantaban. Un día de primavera el hijo del vecino también le trajo algunas flores silvestres y entre ellas había por casualidad una que todavía tenía raíces; por eso la plantó en una maceta que puso cerca de su cama.

"La flor, plantada por una mano amorosa, creció, sacó nuevos brotes y floreció cada año. Esto fue para el muchacho el paraíso maravilloso, su pequeño tesoro en la tierra. Lo regaba y lo cuidaba y se ocupaba de que recibiera hasta el último rayo de sol que entraba por la pequeña ventana baja, y la flor crecía también en la fantasía del muchacho, porque florecía para él, para él daba su perfume y le alegraba la vida. Y cuando el Señor llamó al muchacho, él miró, al morir, esa flor.

"Hace ya un año que está junto a Dios, y durante todo un año la flor quedó abandonada en la ventana y se marchitó. Por eso la tiraron a la basura durante la mudanza. Y nosotros hemos puesto en nuestro ramo a esa flor, a esa pobre flor marchita, porque ha dado más alegría que la más bella de las flores del jardín real".

"¿Pero cómo sabes todas estas cosas?", preguntó el niño que el Ángel llevaba al cielo.

"¡Lo sé porque yo mismo era ese pobre muchacho enfermo que caminaba con las muletas!", le explicó el Ángel. "¡Y conozco bien a mi flor!"

El niño abrió los ojos y miró el bello y feliz rostro del Ángel; en ese momento llegaron al cielo, donde había alegría y bienaventuranza. Dios apretó contra su pecho al niño muerto e inmediatamente le crecieron las alas, como al otro Ángel, y juntos se fueron volando, tomados de la mano.

Luego Dios apretó contra su pecho el ramo de flores y besó a esa pobre flor silvestre marchita, que enseguida tuvo una voz y cantó con todos los Ángeles que volaban alrededor de Dios; algunos muy cerca, otros en grandes círculos alrededor de Él, y otros muchos más lejos todavía, en el infinito, pero todos igualmente felices. Y todos cantaban, pequeños y grandes, y también el niño bueno y bendito, y esa pobre flor silvestre que se había marchitado y a la que habían tirado en una calle oscura y estrecha, entre la basura de una mudanza.

PROGRAMACIÓN ANGÉLICA N.º 39

Los Creadores

El Creador hizo todo y a todos. Nosotros también somos creadores; hemos sido dotados con muchas de sus cualidades, pero la mayoría de las veces esos dones están tan enterrados que apenas se los reconoce y se los usa.

La preocupación es una forma de energía directa. El desasosiego te aparta de de cualquier otra cosa y te dirige de una manera concentrada hacia lo que temes. En este sentido, el desasosiego y el miedo se unen para traer a tu existencia exactamente aquello a lo que le tienes miedo.

Dejarás de preocuparte cuando entiendas las leyes universales que rigen el funcionamiento de las cosas. Una de esas leyes sostiene que cuanto se vea en la mente, sea bueno o malo, si se cree en ello, ocurrirá. La creación comienza en los pensamientos y en la imaginación. Un mundo de causas y efectos. Si mirases hacia adentro, verías lo correcto. Lo que se siembra, se cosecha. Tal como pienses, crearás, sin ninguna duda.

El trabajo interior representa mirar dentro de sí mismo. Todas las respuestas están dentro tuyo. No fuera, ni en otra persona, ni siquiera en lo que llamas Dios.

Lamentablemente no entiendes a Dios ni tampoco los métodos que Él usa para encontrar las respuestas. Es por eso que no nos da las soluciones cuando le rezamos con tanto fervor. No tenemos que rogar o suplicar. Sólo tenemos que relajarnos, tranquilizarnos, creer en nosotros mismos y en nuestras capacidades inherentes. De este modo, comenzamos a obtener nuestras propias soluciones bajo la forma de ideas. Debemos creer y confiar en el proceso. Dios no retiene ni nos oculta nuestras cosas buenas; a menudo, simplemente somos incapaces de ver que ya poseemos, o podemos poseer, todo cuando deseamos.

Las religiones son como las escuelas en diferentes países. Enseñan básicamente lo mismo, pero en diversos idiomas y de distintas maneras. Algunas escuelas pueden prestar más atención al arte o a la historia, mientras que otras ponen más énfasis en la química o las matemáticas. Pero hay un hilo común a todas ellas: ellas conducen al mismo lugar, al Templo de la Sabiduría y de la Luz.

Así que Dios, bajo cualquier nombre, sigue siendo Dios. El verso de los antiguos hebreos "Escucha, Oh Israel, el Señor tu Dios es Uno" es ahora tan verdadero como lo fue entonces, o lo será siempre. Dios no está en un lugar o época determinados. Dios está aquí y ahora. El cielo o el infierno están aquí y ahora. Dios no se sienta en un trono dorado acompañado por Ángeles que tocan arpas o vuelan durante todo el día. Dios está en cada persona, en cada forma de vida, en cada parte y en toda creación. Está tan presente en ti como en cualquier otra forma de vida que exista en los límites de esta galaxia. Dios también escucha y se interesa por sus criaturas. A Él le importan incluso los gorriones y los lirios del campo.




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Clase N.º 46 https://alexiis-metafisica.blogspot.com/2010/01/clase-46-los-simbolos.html






LA VIDA ES REAL SOLO CUANDO YO SOY - G. I. GURDJIEFF









Si han comprendido, sin la menor duda, qué deben hacer y cómo deben hacerlo y si, realmente, ustedes tienen la esperanza de llegar allí algún día, para comenzar les es necesario imaginar a menudo -pero imaginar solamente-que eso ya está en ustedes.

Y es necesario, ante todo, a fin de que la conciencia que se despierta en ustedes durante el estado activo pueda mantenerse durante el estado pasivo.

Para la comprensión correcta del significado de este primer "ejercicio de ayuda" ante todo es necesario saber que cuando un hombre normal -es decir un hombre que ya tiene su propio "Yo", su "voluntad" y todas las otras propiedades del hombre verdadero- pronuncia en voz alta o en sí mismo las palabras, "Yo soy", siempre se produce en su "plexo solar", una "resonancia", es decir, una especie de vibración, un sentimiento o algo parecido.

Esta especie de "resonancia" también puede producirse en otras partes de su cuerpo pero con la condición que, cuando pronuncie estas palabras, su atención esté intencionalmente concentrada sobre estas partes.

El hombre ordinario que aún no tiene datos para esta resonancia natural pero que conoce la existencia de este hecho y realiza los esfuerzos conscientes para que se constituyan en él los verdaderos datos que forman parte de la presencia general de un hombre verdadero, si pronuncia a menudo y correctamente estas mismas palabras, aún vacías para él y si imagina que esta "resonancia" tiene lugar en él, puede, así a la larga, por frecuentes repeticiones, adquirir el "inicio teórico" de una posibilidad para la formación efectiva de estos datos.

Para comenzar, quien se ejercita de esta manera debe imaginar, cuando pronuncia las palabras "Yo soy", que esta resonancia ya se está efectuando en su plexo solar.

A propósito de esto, es curioso señalar aquí, que por medio de una concentración intencional de esta resonancia sobre una parte cualquiera de su cuerpo, un hombre puede poner fin a toda falta de armonía surgida en esta parte del cuerpo; es decir, que él puede, por ejemplo, deshacerse de su dolor de cabeza al concentrar la resonancia en la zona de la cabeza en la que tenga una sensación de dolor.

Al principio, es necesario pronunciar las palabras, "Yo soy", muy a menudo y tratar de no olvidar nunca de experimentar esta resonancia en el plexo solar.

Si no se experimenta esta resonancia, ni siquiera en la imaginación, el pronunciar en voz alta, o para sí mismo, las palabras, "Yo soy", no tendrá ningún significado.

El pronunciarlas sin esta resonancia tendrá el mismo efecto que el pensamiento asociativo automático, es decir, un aumento, en la atmósfera de nuestro planeta, de lo que determina en nosotros, por la percepción que tenemos de ello y por su fusión con nuestro segundo alimento, una necesidad irresistible de destruir los diferentes tempos de nuestra vida ordinaria, mal que bien establecidos en el curso de los siglos.

Este segundo ejercicio, como ya lo he dicho, es sólo preparatorio; y es sólo cuando ustedes hayan adquirido "destreza" en la experiencia de este proceso imaginado en ustedes mismos, que les daré los detalles complementarios para obtener en ustedes resultados reales.

Primeramente, concentren la mayor parte de su atención en las palabras mismas: "Yo soy"; la otra parte concéntrenla en el plexo solar y la resonancia se efectuará, poco a poco, por sí misma.

Al comienzo, sólo es necesario adquirir, en cierta forma, el "sabor" de estos impulsos que todavía ustedes no tienen en sí mismos y que por el momento los pueden simplemente designar con las palabras "Yo soy", "Yo puedo", "Yo quiero". "Yo soy, yo puedo, yo soy poder "Yo soy, yo quiero, yo soy querer".

Para concluir mis explicaciones sobre este ejercicio de ayuda, repetiré una vez más, pero, en otros términos, lo que ya he dicho.

Si "yo soy", sólo entonces "yo puedo". Si "yo puedo", sólo entonces merezco y tengo el derecho objetivo de "querer".

Sin la facultad de "poder", no hay ninguna posibilidad de tener nada, no, ni el derecho de tenerlo.
En primer lugar, debemos comprender estas expresiones como si fueran designaciones exteriores de los impulsos, con el objeto de llegar, a la larga, a los impulsos mismos.

Si ustedes experimentan varias veces, aunque sea la sensación de lo que yo he llamado el "sabor" de estos impulsos sagrados para el hombre, tienen ya mucha suerte, en verdad, porque sentirán entonces como una realidad la posibilidad de adquirir un día, en su presencia, datos para estos impulsos divinos reales, propios sólo al hombre.



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¿Y si te revelara, las palabras mágicas para barrer el sufrimiento?




Esta mañana, cuando me hice la pregunta “¿Cómo aliviar el sufrimiento?”. 

Tuve una respuesta muy inesperada al escuchar las leyes de la mente de Dan Milman.

Estas pocas palabras resuenan fuertemente en mí, así que quería compartirlas contigo, esperando que al igual que yo, estas palabras te iluminen.

En la antigüedad, el rey Salomón vivió un gran sufrimiento y rezó el cielo.

A pesar de toda su riqueza, nada vino a liberarlo.

Luego decidió que necesitaba un anillo que llevara una inscripción que fuera verdadera y justa en cualquier circunstancia, que aliviaría a cualquiera que lo usara y le diera una sabiduría infinita.
Inmediatamente llamó al mejor joyero y le ordenó que hiciera este anillo mágico.

El hombre creó rápidamente esta joya excepcional, pero tuvo que tomar varios días de meditación para encontrar las palabras mágicas.

Una mañana cuando despertó tuvo una verdadera revelación. Se apresuró a grabar el anillo y se lo llevó al rey Salomón, quien leyó la siguiente inscripción:



“Esto también pasará eventualmente”


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EL AMADO SEÑOR KAMAKURA





EL AMADO SEÑOR KAMAKURA
La LIBERACIÓN es posible AHORA

Honorables Damas y Caballeros: Me inclino delante de su Luz en la tradición de Mi herencia Oriental.

Les saludo como un coservidor en la Era siempre presente de la Liberación Espiritual en los Reinos Ascendidos, ahora comenzando a florecer en el reino de la experiencia del hombre.

Largamente he buscado los medios y las formas de asistir a nuestro Amado Saint Germain en el retorno de la humanidad al estado de Felicidad Eterna, la Liberación Espiritual, en la Conciencia YO SOY.


En su asociación con los Maestros Ascendidos a través de los años y en particularmente ahora, ha sido Nuestra esperanza que Nosotros les demostremos la posibilidad de servir al Dios que aman tan profundamente desde un estado de Armonía y Balance, libres del dolor y la miseria generada por el ego humano. Que sea Nuestra realidad, demostrándoles el Sendero del Desprendimiento a través de la Transmutación de todas las ilusiones humanas, de todos los lazos kármicos, permaneciendo en Unidad con Dios, balanceando cuidadosamente las energías de su mundo, como hacemos Nosotros en los Reinos Ascendidos.

Saint Germain y otros Instructores Ascendidos subrayan cuan cuidadosamente usamos Nuestra Energía en los Reinos Ascendidos, sin permitir que ninguna cosa pase desde Nosotros que no Bendiga y beneficie al Todo con una vibración balanceada. Esto es hecho naturalmente, no como la lucha que parece necesaria en su reino. Sólo se lucha para ser como Dios, mientras están aún atados a la conciencia humana, a través de los caminos sutiles y tortuosos del pequeño ego, cuyo instinto de supervivencia les propone más y más caminos astutos de engaños… causándoles más dolor y miseria.

Por lo tanto, como el Mahá Chohán ha aconsejado muchas veces: “no batallen con el pequeño ego, sólo transmútenlo”. Nosotros servimos como ejemplo del Sendero a la Liberación Espiritual a través de la Transmutación y Balance de las energías personales. Durante centurias hemos representado el ímpetu de los Hermanos y Hermanas de la Túnica Dorada del Balance… la Llama de la Sabiduría e Iluminación…que ha florecido en el Oriente como las Enseñanzas de El Buda, Quien aún permanece como Nuestro Mentor y Guía en este Servicio.

Ahora incrementamos este ímpetu del Balance y del Sendero del Medio, con el ímpetu del Rayo Violeta, a medida que corrientes desde el Gran Sol Central envuelven a la Tierra con toda su Gloria Trascendente y se convierte en la influencia predominante a través de todos los planos y esferas de influencia asociados con este planeta.

Vengan a Nuestro Palacio Oriental de Paz y Balance para probarles a su naturaleza interna que la LIBERACIÓN es posible AHORA, para ustedes a través del desapego de lo humano… dando reverencia a la energía pasando por sus vehículos y construyendo un ímpetu de Balance y Paz, que surge de tal Balance. Vengan a Nosotros cada noche como un Cristo Resucitado y les regresaremos a su conciencia física como si cada día fuera una Resurrección hacia dentro de mayor Liberación. Convencidos de la Realidad de que también pueden llevar ese estado de felicidad a través del día, sin importar el contenido de la experiencia de ese día, porque ustedes están convirtiéndose en Iniciados del Desprendimiento a través de la Transmutación y la Liberación inherente al Séptimo Rayo.

Colóquense a sí mismos en el Mar de Fuego Violeta y sientan sus cuatro vehículos en ascensión purificados y liberados de todas las ataduras de una vibración inferior. Particularmente sientan su mundo emocional envuelto dentro del Mar de Fuego Violeta continuamente purificando el motivo detrás de cada estado de sentimiento. Luego… permitan que el Círculo de Luz Dorada represente su mente en perfecto balance, descansando sobre su fuente de Amor y Liberación. Véanse y siéntanse a si mismos como ese pensamiento forma hasta que se CONVIERTAN EN ESTO, respirando Luz dentro de Éste y permitiéndole mostrarles la LIBERACIÓN a través del Balance en la mente y Purificación de los Sentimientos.

A medida que cada experiencia llegue a ustedes en el día, salúdenla desde el Mar de Fuego Violeta y dejen que ese Fuego Sagrado sea el elemento Maestro en acción en cualquier esfera, en cualquier situación. No resistan o luchen con esas energías, antes bien, permítanles pasar dentro de su Campo de Fuerza de Fuego Violeta, amando libre esa energía de la rueda del Karma.

Coloquen su Fe en la ya asegurada Victoria de Dios sobre todas las energías inferiores. Este es el sendero de la no resistencia, para que funcione deben ser Uno con el campo de Fuerza de Dios del Todopoderoso Amor, Su Fuego Sagrado de Transmutación…sabiendo en su corazón que están siempre liberándose de las ataduras del mundo inferior.

Eviten juzgar o criticar sus propias experiencias o sus propios esfuerzos, porque no saben el momento de su Liberación. Recuerden únicamente la no resistencia a través de la completa FE en el Sagrado Fuego Violeta para transmutar cualquier energía presentándoseles en el escalón de su puerta. Al hacerlo, honran profundamente a Dios, quien les da Vida, Aliento e Inteligencia… amando su Vida libre dentro de la eternidad.

Notarán el alineamiento de Nuestro Patrón Electrónico este mes con el de Nuestro Amado Señor Maitreya, en Cuyo propio Santuario Retiro existe una Barra de Luz Dorada descansando sobre un simple punto de Luz, representando el balance Perfecto del Amor, firme ante el flujo y reflujo de la condición humana. Está en Su Gracia, como el Cristo Cósmico y en el Señor Buda, que Nuestra Hermandad sirva a la Causa de la Liberación.

Estoy seguro que ustedes experimentarán, este mes, el AMOR Divino, a mediada que alcancen el pináculo sobre el Festival de Luna Llena de Wesak. Ya los chelas del oriente viajan hacia el Valle Sagrado por las bendiciones del señor Maitreya.

Me inclino delante de la Señora Sengen Sama:

SENGEN SAMA:

Yo represento la naturaleza delicada de Dios. Es Mi honor manifestar la Verdad de que el Poder de Dios se revela a sí mismo en la belleza sencilla, sensitiva. Una expresión que no es más fuerte ni más enérgica, ni más permanente que un foco balanceado, armonizado de Inteligencia Divina y Luz. Ésta ha sido siempre la forma de Mi naturaleza y de ese modo Me uno al Oriente, cuya tradición externa de pensamiento, sentimiento, palabra hablada y acción manifiesta esto en forma y carácter.

La tradición externa siempre debería reflejar la Reverencia por la Luz y Vida de Dios sostenida en el mundo interno. Así que a menudo en el tan llamado mundo moderno de hoy, y ahora tanto en Oriente como en Occidente, existe una tendencia hacia la urgencia y dureza de la naturaleza externa. Yo anhelo asistirles este mes en la sublimación y purificación de esa naturaleza, para que refleje la Paz, la Bondad, la Belleza y el Equilibrio de su Luz Interna. Su Luz es fuerte y ha sido generada a través de incontables años de Servicio. Permítanme ayudarles en hacer uso de sus poderes delicados en la creación de un aura de Armonía y Belleza Equilibrada, siendo espiritualmente libres en su naturaleza externa.

Sentirán el Rayo de Dios del Poder y Belleza delicado dentro de Su Campo de Fuerza de Fuego Violeta este mes y durante tanto tiempo como escojan invocar Mi Naturaleza e Ímpetu. Estoy muy agradecida por esta oportunidad de asistencia a la humanidad.

Inclinándome ante su Luz, YO SOY un humilde Miembro de la Hermandad de Fuji.

La Señora SENGEN SAMA


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La felicidad más grande de Deepak Chopra





La finalidad de la vida es la expansión de la felicidad. La felicidad es la meta de todas las demás metas. La mayoría cree que la felicidad es resultado del éxito, la acumulación de riquezas, la salud o las buenas relaciones interpersonales, y la presión social hace creer a muchos que estos logros equivalen a la felicidad. Sin embargo, no es así. El éxito, la riqueza, la buena salud y las relaciones enriquecedoras son consecuencia de la felicidad, no su causa.

Cuando nos sentimos felices aumentan nuestras posibilidades de hacer elecciones que nos acerquen a estas cosas, pero no funciona al revés. Todos conocemos personas que se sienten profundamente infelices aun después de acumular increíbles riquezas y alcanzar el éxito. La buena salud también puede ser objeto de negligencia o abuso, y hasta la familia más feliz puede perder su dicha al enfrentar una crisis inesperada. Las personas infelices no son exitosas, y no hay logro ni dinero alguno que pueda modificar esta ecuación.

Por esto debemos dejar de pensar en las señales externas y concentrarnos en la felicidad interior, tan buscada y tan difícil de encontrar. En los últimos años, psicólogos y estudiosos del cerebro han emprendido la primera investigación seria acerca de la felicidad. Antiguamente, la psicología se concentraba casi exclusivamente en tratar la infelicidad, de la misma forma en que la medicina interna trata la enfermedad. Pero, así como en años recientes ha aumentado de manera notable la atención al bienestar y la prevención, también lo ha hecho el interés en lograr la felicidad.

Curiosamente, uno de los temas más controvertidos en el nuevo campo de la psicología positiva es si los seres humanos estamos hechos para ser felices. Quizá todos vamos en busca de una ilusión, de una fantasía alimentada por momentos de felicidad esporádicos y siempre efímeros. O quizá haya personas predispuestas genéticamente para ser felices, seres afortunados que están más allá de lo que la mayoría experimentamos: un sentimiento de satisfacción moderada, en el mejor de los casos. Algunos expertos afirman que la felicidad es aleatoria, una sorpresa emocional que aparece y desaparece en un instante, como una fiesta sorpresa de cumpleaños, y que no deja huella permanente una vez que acaba.

Algunos de los científicos más destacados en el campo de la psicología positiva, en particular la profesora Sonja Lyubomirsky, Ed Diener y Martin Seligman, elaboraron lo que llaman la “fórmula de la felicidad”. Dichos investigadores hallaron tres factores específicos, susceptibles de cuantificarse en una sencilla ecuación:

F = P + C + A

Felicidad = predisposición + condiciones de vida + actividades voluntarias

Ésta es una de las teorías más extendidas acerca de la felicidad, así que la analizaremos para luego mostrar una mejor manera de alcanzar la meta. Aunque apunta en la dirección correcta, la fórmula no profundiza lo suficiente para develar el auténtico secreto de la felicidad.


El primer factor, la predisposición, determina cuán felices somos por naturaleza.

Las personas infelices tienen un mecanismo cerebral que interpreta las situaciones como problemas. Por su parte, las personas felices tienen un mecanismo cerebral que interpreta las mismas situaciones como oportunidades. Así, el fenómeno del “vaso medio lleno o medio vacío” tiene sus raíces en el cerebro y está “dispuesto” de tal manera que no varía mucho con el paso del tiempo. De acuerdo con los investigadores, la predisposición determina alrededor de 40 por ciento de la experiencia de felicidad de una persona. Aparentemente, esta predisposición es en parte genética: si tus padres fueron infelices, es más probable que tú también lo seas. Sin embargo, no debemos olvidar la influencia de la infancia.

El cerebro de los niños tiene neuronas que reflejan el cerebro de los adultos que los rodean. Se dice que estas “neuronas espejo” son responsables del aprendizaje de nuevas conductas. Los pequeños no necesitan imitar a sus padres para aprender algo nuevo; les basta observarlos para que ciertas neuronas se activen de manera tal que reflejen la actividad. Por ejemplo, un bebé a quien se está destetando observa a sus padres comer. Cuando éstos toman los alimentos y los llevan a su boca, ciertas áreas de su cerebro se activan. El simple hecho de observar esta actividad hace que las mismas áreas se activen en el cerebro del niño. De esta forma, el cerebro en desarrollo aprende una nueva conducta sin tener que seguir un proceso de prueba y error.

Este modelo ya se ha demostrado en monos y se ha extendido en la teoría a los humanos. Ofrece la prueba física de algo tan misterioso como la empatía, la capacidad de sentir lo que otro siente. Algunas personas tienen esta habilidad; otras no. Unos cuantos son tan empáticos que prácticamente no toleran el sufrimiento ajeno. Estudios de resonancia electromagnética y tomografía computarizada indican que la función cerebral desempeña un papel fundamental en la empatía. Las neuronas de un niño reflejan las emociones de los adultos que lo rodean y lo hacen sentir lo que éstos sienten. Si un niño vive rodeado por adultos infelices, su sistema nervioso quedará programado para la infelicidad, aun antes de tener motivos para sentirla.

¿Por qué no todos los niños son empáticos? Porque el desarrollo cerebral es extremadamente complejo y diferente en cada bebé. Durante nuestra infancia se programaron simultáneamente toda clase de funciones cerebrales, y para algunos la empatía tuvo un papel secundario. Ésta es una desigualdad preocupante e influye en la felicidad. Podríamos pensar que si el cerebro está predeterminado —por los genes o por la infancia— para cierto grado de felicidad, no hay nada que podamos hacer para cambiarlo. Sin embargo, esto sería un error, porque ni el cerebro ni los genes son estructuras estáticas; están cambiando y evolucionando a cada minuto. Nuestros genes reciben constantemente la influencia de nuevas experiencias. Cada una de nuestras elecciones envía señales químicas que atraviesan el cerebro, incluyendo la elección de ser feliz, y cada señal moldea el cerebro año tras año.

Las investigaciones muestran que, en términos generales, la predisposición del cerebro puede modificarse mediante:

Medicamentos para levantar el ánimo; funcionan sólo en el corto plazo y tienen efectos secundarios.

Terapia cognitiva, que transforma el cerebro mediante la modificación de creencias limitadoras. Todos nos decimos a nosotros mismos palabras que provocan infelicidad. La repetición constante de una creencia negativa (soy una víctima, nadie me quiere, la vida es injusta, hay algo malo en mí) desarrolla vías nerviosas que refuerzan la negatividad al convertirla en una manera habitual de pensar. Dichas creencias pueden remplazarse con otras no sólo más positivas sino más acordes con la realidad (si fui una víctima no tengo por qué seguir siéndolo; puedo encontrar el amor si elijo lugares mejores para buscarlo). Al tratar pacientes cuya vida está dominada por creencias negativas, los psicólogos han descubierto que la alteración de creencias fundamentales es tan eficaz como los medicamentos para modificar la química cerebral.

Meditación, que produce en el cerebro numerosas alteraciones positivas. Los efectos físicos de permanecer quietos y volcarse al interior son inconmensurables. La resolución del enigma tomó mucho tiempo. Los investigadores tuvieron que luchar contra el prejuicio occidental acerca de que la meditación pertenecía al terreno del misticismo o que era, en el mejor de los casos, una especie de práctica religiosa. Hoy sabemos que activa la corteza prefrontal, sede del pensamiento elevado, y que fomenta la liberación de neurotransmisores como la dopamina, la serotonina, la oxitocina y los opiáceos cerebrales. Cada uno de estos químicos naturales del cerebro se relaciona con distintos aspectos de la felicidad. La dopamina es un antidepresivo; la serotonina aumenta la autoestima; la oxitocina es conocida como la hormona del placer (sus niveles aumentan también durante la excitación sexual); los opiáceos actúan como analgésicos y son responsables de la euforia que sigue al ejercicio físico. Queda claro que la meditación, por producir niveles elevados de estos neurotransmisores, es una manera más eficaz para modificar la predisposición del cerebro. Además, ningún medicamento puede coordinar por sí solo la liberación de todas estas sustancias.

El segundo factor en la fórmula de la felicidad son las condiciones de vida. Como todos queremos mejorar la calidad de nuestra existencia, damos por hecho que un cambio positivo de nuestras condiciones nos hará más felices. Sin embargo, este factor explica sólo entre siete y 12 por ciento de la experiencia total de la felicidad. Si ganas la lotería, por ejemplo, al principio te sentirás extáticamente feliz, pero al cabo de un año regresarás a tu nivel normal de felicidad o infelicidad. Al cabo de cinco años, casi todos los que han ganado la lotería afirman que la experiencia tuvo un efecto negativo en su vida. Los expertos en estrés han acuñado el término eustrés para referirse al estrés causado por experiencias intensamente placenteras. Todos pensamos que nos gustaría vivir eso, pero el cuerpo no sabe distinguir entre el eustrés y el distrés, causado por experiencias desagradables. Ambos pueden desatar la reacción del estrés. Si no te adaptas bien a éste, las experiencias positivas pueden afectar tanto como las negativas tu corazón, tu sistema endocrino y otros órganos y sistemas vitales.

Al igual que los acontecimientos felices, las circunstancias trágicas, como la muerte de un familiar, un amargo divorcio o una desgracia como quedar paralizado por una lesión en la columna, no influyen de manera significativa en el nivel de felicidad de una persona en el largo plazo. Los seres humanos tenemos una notable capacidad para adaptarnos a las circunstancias externas. Como dijo Darwin, el factor más importante para la supervivencia no es la inteligencia ni la fortaleza sino la adaptabilidad. La resistencia emocional, la capacidad de recuperarse después de una experiencia adversa, es uno de los indicadores más confiables de quién vivirá largo tiempo. Todos experimentamos situaciones difíciles, pero la adaptabilidad es un valioso rasgo innato. Esta capacidad explica por qué las condiciones de vida tienen tan poca influencia en el nivel de felicidad de una persona.

Casi 50 por ciento de la fórmula de la felicidad depende del tercer factor, las cosas que elegimos hacer en nuestra vida cotidiana. ¿Qué clase de elecciones nos hacen felices? Unas se basan en la satisfacción personal, pero los investigadores descubrieron con sorpresa que no eran las más significativas. El incremento del placer personal provocado por comer bien, beber champaña, hacer el amor o ver una película proporciona una felicidad de unas cuantas horas o un par de días a lo mucho. La gratificación instantánea declina rápidamente.

Otra clase de elección promueve la expresión creativa o la felicidad de otra persona. En ambos casos se accede a un nivel más profundo del ser. Según las investigaciones, las acciones que realicemos en favor de la felicidad de los demás son una vía rápida para la felicidad duradera. La expresión creativa también puede rendir resultados positivos y perdurables para la propia felicidad.

Esto es, en pocas palabras, lo que las investigaciones más recientes nos dicen. Sin embargo, el conocimiento de la fórmula de la felicidad no es garantía de una felicidad auténtica o duradera. Sólo el tercer factor, las actividades voluntarias, toma en consideración la vida interior de la persona y abre la puerta al que considero el único lugar donde puede encontrarse el secreto de la felicidad. Veamos qué hay detrás de esa puerta. Lo que hallemos también nos ayudará a responder la pregunta más importante: ¿somos los humanos capaces de gozar una felicidad auténtica y perdurable?

Las tradiciones orientales señalan que la vida supone de manera inevitable el sufrimiento, el cual puede tomar la forma de accidentes, desgracias, envejecimiento, enfermedad y muerte. Esto sugiere que los pesimistas tienen razón al afirmar que la felicidad duradera es una ilusión. Los seres humanos, en particular, sufrimos a causa de la memoria y la imaginación. Cargamos con las heridas del pasado e imaginamos que el futuro nos depara más sufrimiento. A las demás criaturas no les preocupa la vejez, la decrepitud ni la muerte. No se aferran al pasado, ni alimentan agravios ni resentimientos.

Los animales sí tienen memoria. Si pateas a un perro, éste recordará la experiencia y gruñirá si se encuentra contigo 10 años después. Pero a diferencia de los humanos, no planificará durante esos 10 años la manera de vengarse. Nuestra capacidad de sufrir nos hace buscar una salida. Por esto, para millones de personas, el presente gira en torno a huir del dolor pasado y evitar el dolor futuro.

En vez de proponer un escape al sufrimiento, las tradiciones de Oriente diagnostican el sufrimiento de la misma forma en que un médico diagnostica la enfermedad. Las tradiciones védica y budista de la India identificaban cinco causas del sufrimiento, y de la infelicidad resultante:

1. Desconocer nuestra identidad auténtica.

2. Aferrarnos a la idea de permanencia en un mundo mutable por naturaleza.

3. Temer al cambio.

4. Identificarnos con esa alucinación de origen social llamada ego.

5. Temer a la muerte.

Si bien la vida ha cambiado drásticamente a lo largo de los siglos, no ha ocurrido lo mismo con estas fuentes del sufrimiento, y mientras no las resolvamos, de poco servirán los medicamentos más eficaces, la crianza más amorosa o las obras más desinteresadas. La fórmula de la felicidad no contempla las verdaderas dolencias de la existencia humana, que todos experimentamos. Estar vivo es recelar el cambio, aferrase al ego y a sus falsas promesas, temer la llegada de la muerte. Cavilamos confundidos acerca de la pregunta más simple y más básica: ¿Quién soy?

Por fortuna, no hace falta debatirse con las cinco causas del sufrimiento ya que todas están contenidas en la primera: el desconocimiento de nuestra identidad auténtica. Una vez que experimentes quién eres en realidad, todo sufrimiento desaparecerá. Ésta es, sin duda, una promesa colosal, pero ha perdurado por lo menos tres mil años en espera de que cada nueva generación la descubra. Cada descubrimiento es nuevo y depende del individuo. Por naturaleza, todos estamos interesados en nosotros mismos. Si utilizamos ese interés para ir al fondo de nosotros mismos, encontraremos el lugar donde reside nuestro ser auténtico, y entonces se nos revelará el secreto de la felicidad.

Nuestra identidad auténtica se aloja en una conciencia fundamental más allá de la mente, el intelecto y el ego. Cuando vemos más allá de nuestro limitado yo —ese yo que lucha por alcanzar la paz, el amor y la realización en la vida— estamos en camino de hallar nuestra identidad auténtica. Todos estamos conectados con la fuente de la creación. Los sabios antiguos nos han legado una hermosa imagen que lo representa: una vela de flama eterna, instalada en un santuario dentro del corazón. Si hallamos esa flama alcanzaremos la iluminación y disiparemos las tinieblas de la duda, la ira, el temor y la ignorancia.

Lo que somos trasciende el espacio, el tiempo y las relaciones de causa y efecto. Nuestra conciencia fundamental es inmortal. Si llegamos a conocernos en este nivel no volveremos a sufrir. Muchas personas equiparan iluminación con impasibilidad, un estado de aislamiento que les resulta atemorizante porque suponen que deben renunciar a las comodidades de la vida cotidiana. Ante la disyuntiva entre iluminación y placer personal, siempre optan por el segundo. Pero el conocimiento de nuestra identidad auténtica no nos aparta ni nos priva de las satisfacciones de la vida diaria; antes bien nos muestra la fuente de todas las satisfacciones.

En la fuente descubrimos una conexión que nos une a todos. Nuestro yo auténtico es transpersonal; esto es, se extiende más allá de las fronteras de nuestro yo personal. No obstante, transpersonal no significa impersonal, otro de los temores que tiene la gente cuando piensa en iluminación. Aquí también ocurre lo contrario; un maestro espiritual indio lo expresó así: “Mi amor resplandece como la luz de una hoguera. No se enfoca en nadie, no excluye a nadie”. Si valoramos el amor, la paz y la realización, el hallazgo de nuestra identidad auténtica no hará sino expandirlos.

Por fortuna, conocer nuestro yo auténtico no es difícil. Es lo que la naturaleza quiere que hagamos. Una vez que encontramos el camino, los pasos se suceden sin dificultad ni tensión. Al principio es necesario un granito de fe. En la sociedad occidental, a pocos se les enseña que la única cura permanente para la infelicidad es la iluminación, pero es posible experimentar en carne propia la verdad de esta afirmación. Desde las primeras etapas del camino el sufrimiento se reduce, a veces de manera drástica.

Desde el lugar donde te encuentras en este instante, leyendo estas palabras, la iluminación puede parecer una posibilidad lejana y sobrecogedora, pero en las páginas siguientes te expondré siete claves que te guiarán en tu recorrido. Como lo más eficaz es siempre lo más sencillo, natural y cómodo, voy a presentarte ahora una idea increíblemente poderosa:

En este mundo de cambio constante,
hay algo que no cambia.

Este sencillo pensamiento describe la meta de cualquier búsqueda. Si te concentras en tu respiración, sentirás que asciende y desciende. Si te concentras en tus pensamientos, observarás que también van y vienen. Todas las funciones del cuerpo presentan este vaivén y, de hecho, el mundo entero funciona de la misma manera.

¿Dónde se origina este ir y venir? ¿Dónde está el no-cambio que posibilita el cambio? Necesariamente existe. Sin un océano en calma no existirían las olas. Sin una mente en calma no podríamos tener pensamientos. Sin el llamado estado fundamental, aquél con un potencial infinito de materia y energía, no existiría el universo, afirman los físicos.

Resulta de gran importancia observar que todo cambio se basa en el no-cambio. Al hacerlo comprendemos que nuestra existencia, inmersa en la transformación, debe implantarse en un estado más profundo e inmutable del ser. Tenemos una fuente, un estado fundamental. Piensa en cualquier cosa que pueda verse: un árbol, un ocaso, la luna o una estrella distante. Tú, el observador, y el objeto que observas, desaparecerán algún día. Ambos están atrapados en la inestabilidad. Pero el estado fundamental que los subyace no va ni viene: permanece.

La iluminación consiste simplemente en encontrar la manera de alcanzar este estado fundamental. Una vez alcanzado nos identificamos de manera natural con él, y podemos decir: “Éste es el yo verdadero”. Es así de simple. Por eso el secreto de la felicidad está en nuestras manos. Las siete claves de la felicidad también podrían llamarse las siete claves de la iluminación. Consisten en cosas cotidianas que podemos considerar y hacer. No necesitas hacer un cambio drástico en tu estilo de vida. No tienes que decirle a nadie que estás en el camino de la iluminación, aunque los demás te verán cada vez más feliz y realizado.

El proceso que conduce a la iluminación es gradual y requiere paciencia, pero por fortuna el simple hecho de ir en su búsqueda rinde frutos aquí y ahora. Cualquier paso que des rumbo a tu conciencia fundamental —tu estado estacionario, tu ser auténtico— eliminará algunas causas de infelicidad en tu vida. Al mismo tiempo, florecerá esa felicidad innata que es tu derecho de nacimiento. Tu camino, pues, tiene un doble propósito: disipar la oscuridad y revelar la luz.


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La domesticación y el sueño del planeta Dr. Miguel Ruiz








Lo que ves y escuchas ahora mismo no es más que un sueño. En este mismo momento estás soñando. Sueñas con el cerebro despierto.

Soñar es la función principal de la mente, y la mente sueña veinticuatro horas al día. Sueña cuando el cerebro está despierto y también cuando está dormido. La diferencia estriba en que, cuando el cerebro está despierto, hay un marco material que nos hace percibir las cosas de una forma lineal. Cuando dormimos no tenemos ese marco, y el sueño tiende a cambiar constantemente.

Los seres humanos soñamos todo el tiempo. Antes de que naciésemos, aquellos que nos precedieron crearon un enorme sueño externo que llamaremos el sueño de la sociedad o el sueño del planeta. El sueño del planeta es el sueño colectivo hecho de miles de millones de sueños más pequeños, de sueños personales que, unidos, crean un sueño de una familia, un sueño de una comunidad, un sueño de una ciudad, un sueño de un país, y finalmente, un sueño de toda la humanidad. El sueño del planeta incluye todas las reglas de la sociedad, sus creencias, sus leyes, sus religiones, sus diferentes culturas y maneras de ser, sus gobiernos, sus escuelas, sus acontecimientos sociales y sus celebraciones.

Nacemos con la capacidad de aprender a soñar, y los seres humanos que nos preceden nos enseñan a soñar de la forma en que lo hace la sociedad. El sueño externo tiene tantas reglas que, cuando nace un niño, captamos su atención para introducir estas reglas en su mente. El sueño externo utiliza a mamá y papá, la escuela y la religión para enseñarnos a soñar.

La atención es la capacidad que tenemos de discernir y centrarnos en aquello que queremos percibir. Percibimos millones de cosas simultáneamente, pero utilizamos nuestra atención para retener en el primer plano de nuestra mente lo que nos interesa. Los adultos que nos rodeaban captaron nuestra atención y, por medio de la repetición, introdujeron información en nuestra mente. Así es como aprendimos todo lo que sabemos.

Utilizando nuestra atención aprendimos una realidad completa, un sueño completo. Aprendimos cómo comportarnos en sociedad: qué creer y qué no creer; qué es aceptable y qué no lo es; qué es bueno y qué es malo; qué es bello y qué es feo; qué es correcto y qué es incorrecto. Ya estaba todo allí. Todo el conocimiento, todos los conceptos y todas las reglas sobre la manera de comportarse en el mundo.

Cuando íbamos al colegio, nos sentábamos en una silla pequeña y prestábamos atención a lo que el maestro nos enseñaba. Cuando íbamos a la iglesia, prestábamos atención a lo que el sacerdote o el pastor nos decía. La misma dinámica funcionaba con mamá y papá, y con nuestros hermanos y hermanas. Todos intentaban captar nuestra atención. También aprendimos a captar la atención de otros seres humanos y desarrollamos una necesidad de atención que siempre acaba siendo muy competitiva. Los niños compiten por la atención de sus padres, sus profesores, sus amigos: “Mírame! ¡Mira lo que hago! ¡Eh, que estoy aquí!”. La necesidad de atención se vuelve muy fuerte y continúa en la edad adulta.

El sueño externo capta nuestra atención y nos enseña qué creer, empezando por la lengua que hablamos. El lenguaje es el código que utilizamos los seres humanos para comprendernos y comunicarnos. Cada letra, cada palabra de cada lengua, es un acuerdo. Llamamos a esto una página de un libro; la palabra página es un acuerdo que comprendemos. Una vez entendemos el código, nuestra atención queda atrapada y la energía se transfiere de una persona a otra.

Tú no escogiste tu lengua, ni tu religión ni tus valores morales: ya estaban ahí antes de que nacieras. Nunca tuvimos la oportunidad de elegir qué creer y qué no creer. Nunca escogimos ni el más insignificante de estos acuerdos. Ni siquiera elegimos nuestro propio nombre.

De niños no tuvimos la oportunidad de escoger nuestras creencias, pero estuvimos de acuerdo con la información que otros seres humanos nos transmitieron del sueño del planeta. La única forma de almacenar información es por acuerdo. El sueño externo capta nuestra atención, pero si no estamos de acuerdo, no almacenaremos esa información. Tan pronto como estamos de acuerdo con algo, nos lo creemos, y a eso lo llamamos “fe” Tener fe es creer incondicionalmente.

Así es como aprendimos cuando éramos niños. Los niños creen todo lo que dicen los adultos. Estábamos de acuerdo con ellos, y nuestra fe era tan fuerte, que el sistema de creencias que se nos había transmitido controlaba totalmente el sueño de nuestra vida. No escogimos estas creencias, y aunque quizá nos rebelamos contra ellas, no éramos lo bastante fuertes para que nuestra rebelión triunfase. El resultado es que nos rendimos a las creencias mediante nuestro acuerdo.

Llamo a este proceso “la domesticación de los seres humanos”. A través de esta domesticación aprendemos a vivir y a soñar. En la domesticación humana, la información del sueño externo se transfiere al sueño interno y crea todo nuestro sistema de creencias. En primer lugar, al niño se le enseña el nombre de las cosas: mamá, papá, leche, botella... Día a día, en casa, en la escuela, en la iglesia y desde la televisión, nos dicen cómo hemos de vivir, qué tipo de comportamiento es aceptable. El sueño externo nos enseña cómo ser seres humanos. Tenemos todo un concepto de lo que es una “mujer” y de lo que es un “hombre”. Y también aprendemos a juzgar: Nos juzgamos a nosotros mismos, juzgamos a otras personas, juzgamos a nuestros vecinos...

Domesticamos a los niños de la misma manera en que domesticamos a un perro, un gato o cualquier otro animal. Para enseñar a un perro, lo castigamos y lo recompensamos. Adiestramos a nuestros niños, a quienes tanto queremos, de la misma forma en que adiestramos a cualquier animal doméstico: con un sistema de premios y castigos. Nos decían: “Eres un niño bueno”, o: “Eres una niña buena”, cuando hacíamos lo que mamá y papá querían que hiciéramos. Cuando no lo hacíamos, éramos “una niña mala” o “un niño malo”.

Cuando no acatábamos las reglas, nos castigaban; cuando las cumplíamos, nos premiaban. Nos castigaban y nos premiaban muchas veces al día. Pronto empezamos a tener miedo de ser castigados y también de no recibir la recompense, es decir, la atención de nuestros padres o de otras personas como hermanos, profesores y amigos. Con el tiempo desarrollamos la necesidad de captar la atención de los demás para conseguir nuestra recompensa.

Cuando recibíamos el premio nos sentíamos bien, y por ello, continuamos haciendo lo que los demás querían que hiciéramos. Debido a ese miedo a ser castigados y a no recibir la recompensa, empezamos a fingir que éramos lo que no éramos, con el único fin de complacer a los demás, de ser lo bastante buenos para otras personas. Empezamos a actuar para intentar complacer a mamá y a papá, a los profesores y a la iglesia. Fingimos ser lo que no éramos porque nos daba miedo que nos rechazaran. El miedo a ser rechazados se convirtió en el miedo a no ser lo bastante buenos. Al final, acabamos siendo alguien que no éramos. Nos convertimos en una copia de las creencias de mamá, las creencias de papá, las creencias de la sociedad y las creencias de la religión.

En el proceso de domesticación, perdimos todas nuestras tendencias naturales. Y cuando fuimos lo bastante mayores para que nuestra mente lo comprendiera, aprendimos a decir que no. El adulto decía: “No hagas esto y no hagas lo otro si”. Nosotros nos rebelábamos y respondíamos: “iNo!”. Nos rebelábamos para defender nuestra libertad. Queríamos ser nosotros mismos, pero éramos muy pequeños y los adultos eran grandes y fuertes. Después de cierto tiempo, empezamos a sentir miedo porque sabíamos que cada vez que hiciéramos algo incorrecto recibiríamos un castigo.

La domesticación es tan poderosa que, en un determinado momento de nuestra vida, ya no necesitamos que nadie nos domestique. No necesitamos que mamá o papá, la escuela o la iglesia nos domestiquen. Estamos tan bien entrenados que somos nuestro propio domador. Somos un animal autodomesticado. Ahora nos domesticamos a nosotros mismos según el sistema de creencias que nos transmitieron y utilizando el mismo sistema de castigo y recompensa. Nos castigamos a nosotros mismos cuando no seguimos las reglas de nuestro sistema de creencias; nos premiamos cuando somos “un niño bueno”, o “una niña buena”.

Nuestro sistema de creencias es como el Libro de la Ley que gobierna nuestra mente. No es cuestionable; cualquier cosa que esté en ese Libro de la Ley es nuestra verdad. Basamos todos nuestros juicios en él, aun cuando vayan en contra de nuestra propia naturaleza interior. Durante el proceso de domesticación, se programaron en nuestra mente incluso leyes morales como los Diez Mandamientos. Uno a uno, todos esos acuerdos forman el Libro de la Ley y dirigen nuestro sueño.

Hay algo en nuestra mente que lo juzga todo y a todos, incluso el clima, el perro, el gato... Todo. El Juez interior utiliza lo que está en nuestro Libro de la Ley para juzgar todo lo que hacemos y dejamos de hacer, todo lo que pensamos y no pensamos, todo lo que sentimos y no sentimos. Cada vez que hacemos algo que va contra el Libro de la Ley, el Juez dice que somos culpables, que necesitamos un castigo, que debemos sentirnos avergonzados. Esto ocurre muchas veces al día, día tras día, durante todos los años de nuestra vida.

Hay otra parte en nosotros que recibe los juicios, y a esa parte la llamamos “la Víctima”. La Víctima carga con la culpa, el reproche y la vergüenza. Es esa parte nuestra que dice: “Pobre de mí! No soy suficientemente bueno, ni inteligente ni atractivo, y no merezco ser amado. ¡Pobre de mí”. El gran Juez lo reconoce y dice: “Sí, no vales lo suficiente”. Y todo esto se fundamenta en un sistema de creencias en el que jamás escogimos creer. Y el sistema es tan fuerte que, incluso años después de haber entrado en contacto con nuevos conceptos y de intentar tomar nuestras propias decisiones, nos damos cuenta de que esas creencias todavía controlan nuestra vida.

Cualquier cosa que vaya contra el Libro de la Ley hará que sintamos una extraña sensación en el plexo solar, una sensación que se llama miedo. Incumplir las reglas del Libro de la Ley abre nuestras heridas emocionales, y reaccionamos creando veneno emocional. Dado que todo lo que está en el Libro de la Ley tiene que ser verdad, cualquier cosa que ponga en tela de juicio lo que creemos nos hace sentir inseguros. Aunque el Libro de la Ley esté equivocado, hace que nos sintamos seguros.

Por este motivo, necesitamos una gran valentía para desafiar nuestras propias creencias; porque, aunque sepamos que no las escogimos, también es cierto que las aceptamos. El acuerdo es tan fuerte, que incluso cuando sabemos que el concepto es erróneo, sentimos la culpa, el reproche y la vergüenza que aparecen cuando actuamos en contra de esas reglas.

De la misma forma que el gobierno tiene un Código de Leyes que dirige el sueño de la sociedad, nuestro sistema de creencias es el Libro de la Ley que gobierna nuestro sueño personal. Todas estas leyes existen en nuestra mente, creemos en ellas, y nuestro Juez interior lo basa todo en ellas. El Juez decreta y la Víctima sufre la culpa y el castigo. Pero ¿Quién dice que este sueño sea justo? La verdadera justicia consiste en pagar sólo una vez por cada error. Lo que es verdaderamente injusto es pagar varias veces por el mismo error.

¿Cuántas veces pagamos por un mismo error? La respuesta es: miles de veces. El ser humano es el único animal sobre la tierra que paga miles de veces por el mismo error. Los demás animales pagan sólo una vez por cada error. Pero nosotros no. Tenemos una gran memoria. Cometemos una equivocación, nos juzgamos a nosotros mismos, nos declaramos culpables y nos castigamos. Si fuese una cuestión de justicia, con eso bastaría; no necesitamos repetirlo. Pero cada vez que lo recordamos, nos juzgamos de nuevo, volvemos a considerarnos culpables y nos volvemos a castigar, una y otra vez, y otra, y otra más. Si estamos casados, también nuestra mujer o nuestro marido nos recuerda el error, y así volvemos a juzgarnos de nuevo, nos castigamos otra vez y nos volvemos a sentir culpables. ¿Acaso es esto justo? ¿Cuántas veces hacemos que nuestra pareja, nuestros hijos o nuestros padres paguen por el mismo error? Cada vez que recordamos el error, los culpamos de nuevo y les enviamos todo el veneno emocional que sentimos frente a la injusticia, hacemos que vuelvan a pagar por ello. ¿Eso es justicia?

El Juez de la mente está equivocado porque el sistema de creencias, el Libro de la Ley, es erróneo. Todo el sueño se fundamenta en una ley falsa. El 95 por ciento de las creencias que hemos almacenado en nuestra mente no son más que mentiras, y si sufrimos es porque creemos en todas ellas.

En el sueño del planeta, a los seres humanos les resulta normal sufrir, vivir con miedo y crear dramas emocionales. El sueño externo no es un sueño placentero; es un sueño lleno de violencia, de miedo, de guerra, de injusticia.

El sueño personal de los seres humanos varía, pero en conjunto es una pesadilla. Si observamos la sociedad humana, comprobamos que es un lugar en el que resulta muy difícil vivir, porque está gobernado por el miedo. En el mundo entero, vemos sufrimiento, cólera, venganza, adicciones, violencia en las calles y una tremenda injusticia. Esto existe en diferentes niveles en los distintos países del mundo, pero el miedo controla el sueño externo.

Si comparamos el sueño de la sociedad humana con la descripción del infierno que las distintas religiones de todo el mundo han divulgado, descubrimos que son exactamente iguales. Las religiones dicen que el infierno es un lugar de castigo, de miedo, de dolor y de sufrimiento, un lugar donde el fuego te quema. Cada vez que sentimos emociones como la cólera, los celos, la envidia o el odio, experimentamos un fuego que arde en nuestro interior. Vivimos en el sueño del infierno. Si consideramos que el infierno es un estado de ánimo, entonces nos rodea por todas partes. Tal vez otras personas nos adviertan que si no hacemos lo que ellas dicen que deberíamos hacer, iremos al infierno. Pero ya estamos en el infierno, incluso la gente que nos dice eso. Ningún ser humano puede condenar a otro al infierno, porque ya estamos en él. Es cierto que los demás pueden llevarnos a un infierno todavía más profundo, pero únicamente si nosotros se lo permitimos.

Cada ser humano, hombre o mujer, tiene su sueño personal, que, al igual que ocurre con el sueño de la sociedad, a menudo está dirigido por el miedo. Aprendemos a soñar el infierno en nuestra propia vida, en nuestro sueño personal. El mismo miedo se manifiesta de distintas maneras en cada persona, por supuesto, pero todos sentimos cólera, celos, odio, envidia y otras emociones negativas. Nuestro sueño personal también puede convertirse en una pesadilla permanente en la que sufrimos y vivimos en un estado de miedo constante. Sin embargo, no es necesario que nuestro sueño sea una pesadilla. Podemos disfrutar de un sueño agradable.

Toda la humanidad busca la verdad, la justicia y la belleza. Estamos inmersos en una búsqueda eterna de la verdad porque sólo creemos en las mentiras que hemos almacenado en nuestra mente. Buscamos la justicia porque en el sistema de creencias que tenemos no existe. Buscamos la belleza porque, por muy bella que sea una persona, no creemos que lo sea. Seguimos buscando y buscando cuando todo está ya en nosotros. No hay ninguna verdad que encontrar. Dondequiera que miremos, todo lo que vemos es la verdad, pero debido a los acuerdos y las creencias que hemos almacenado en nuestra mente, no tenemos ojos para verla. No vemos la verdad porque estamos ciegos. Lo que nos ciega son todas esas falsas creencias que tenemos en la mente. Necesitamos sentir que tenemos razón y que los demás están equivocados. Confiamos en lo que creemos, y nuestras creencias nos invitan a sufrir. Es como si viviésemos en medio de una bruma que nos impide ver más allá de nuestras propias narices. Vivimos en una bruma que ni tan siquiera es real.

Es un sueño, nuestro sueño personal de la vida: lo que creemos, todos los conceptos que tenemos sobre lo que somos, todos los acuerdos a los que hemos llegado con los demás, con nosotros mismos e incluso con Dios. Toda nuestra mente es una bruma que los toltecas llamaron mitote. Nuestra mente es un sueño en el que miles de personas hablan a la vez y nadie comprende a nadie. Esta es la condición de la mente humana: un gran mitote, y así es imposible ver lo que realmente somos. En la India lo llaman maya, que significa “ilusión”. Es nuestro concepto de “Yo soy”. Todo lo que creemos sobre nosotros mismos y el mundo, todos los conceptos y programas que tenemos en la mente, todo eso es el mitote. Nos resulta imposible ver quiénes somos verdaderamente; nos resulta imposible ver que no somos libres. Esta es la razón por la cual los seres humanos nos resistimos a la vida.

Estar vivos es nuestro mayor miedo. No es la muerte; nuestro mayor miedo es arriesgarnos a vivir: correr el riesgo de estar vivos y de expresar lo que realmente somos. Hemos aprendido a vivir intentando satisfacer las exigencias de otras personas. Hemos aprendido a vivir según los puntos de vista de los demás por miedo a no ser aceptados y de no ser lo suficientemente buenos para otras personas. Durante el proceso de domesticación, nos formamos una imagen mental de la perfección con el fin de tratar de ser lo suficientemente buenos. Creamos una imagen de cómo deberíamos ser para que los demás nos aceptaran. Intentamos complacer especialmente a las personas que nos aman, como papá y mamá, nuestros hermanos y hermanas mayores, los sacerdotes y los profesores. Al tratar de ser lo suficientemente buenos para ellos, creamos una imagen de perfección, pero no encajamos en ella. Creamos esa imagen, pero no es una imagen real. Bajo ese punto de vista, nunca seremos perfectos. ¡Nunca! Como no somos perfectos, nos rechazamos a nosotros mismos. El grado de rechazo depende de lo efectivos que hayan sido los adultos para romper nuestra integridad. Tras la domesticación, ya no se trata de que seamos lo suficientemente buenos para los demás. No somos lo bastante buenos para nosotros mismos porque no encajamos en nuestra propia imagen de perfección. Nos resulta imposible perdonarnos por no ser lo que desearíamos ser, o mejor dicho, por no ser quien creemos que deberíamos ser. No podemos perdonarnos por no ser perfectos. Sabemos que no somos lo que creemos que deberíamos ser, de modo que nos sentimos falsos, frustrados y deshonestos. Intentamos ocultarnos y fingimos ser lo que no somos. El resultado es un sentimiento de falta de autenticidad y una necesidad de utilizar máscaras sociales para evitar que los demás se den cuenta. Nos da mucho miedo que alguien descubra que no somos lo que pretendemos ser. También juzgamos a los demás según nuestra propia imagen de la perfección, y naturalmente no alcanzan nuestras expectativas. Nos deshonramos a nosotros mismos sólo para complacer a otras personas. Incluso llegamos a dañar nuestro cuerpo para que los demás nos acepten.

Vemos a adolescentes que se drogan con el único fin de no ser rechazados por otros adolescentes. No son conscientes de que el problema estriba en que no se aceptan a sí mismos. Se rechazan porque no son lo que pretenden ser. Desean ser de una manera determinada, pero no lo son, y esto hace que se sientan culpables y avergonzados. Los seres humanos nos castigamos a nosotros mismos sin cesar por no ser como creemos que deberíamos ser. Nos maltratamos a nosotros mismos y utilizamos a otras personas para que nos maltraten. Pero nadie nos maltrata más que nosotros mismos; el Juez, la Víctima y el sistema de creencias son los que nos llevan a hacerlo. Es cierto que algunas personas dicen que su marido o su mujer, su madre o su padre las maltrató, pero sabemos que nosotros nos maltratamos todavía más. Nuestra manera de juzgarnos es la peor que existe. Si cometemos un error delante de los demás, intentamos negarlo y taparlo; pero tan pronto como estamos solos, el Juez se vuelve tan tenaz y el reproche es tan fuerte, que nos sentimos realmente estúpidos, inútiles o indignos. Nadie, en toda tu vida, te ha maltratado más que tu mismo. El límite del maltrato que tolerarás de otra persona es exactamente el mismo al que te sometes tú. Si alguien llega a maltratarte un poco más, lo más probable es que te alejes de esa persona. Sin embargo, si alguien te maltrata un poco menos de lo que sueles maltratarte tú, seguramente continuarás con esa relación y la tolerarás siempre. Si te castigas de forma exagerada, es posible que incluso llegues a tolerar a alguien que te agrede físicamente, te humilla y te trata como si fueras basura. ¿Por qué? Porque, de acuerdo con tu sistema de creencias, dices: “Me lo merezco. Esta persona me hace un favor al estar conmigo. No soy digno de amor ni de respeto. No soy suficientemente bueno”. Necesitamos que los demás nos acepten y nos amen, pero nos resulta imposible aceptarnos y amarnos a nosotros mismos. Cuanta más autoestima tenemos, menos nos maltratamos. El abuso de uno mismo nace del autorrechazo, y éste de la imagen que tenemos de lo que significa ser perfecto y de la imposibilidad de alcanzar ese ideal. Nuestra imagen de perfección es la razón por la cual nos rechazamos; es el motivo por el cual no nos aceptamos a nosotros mismos tal como somos y no aceptamos a los demás tal como son.



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